lunes, 15 de junio de 2009

The End

Existe un lugar más allá de toda cordura donde fallidos prototipos de dios observan con sus pupilas de pizarra fría una lejana y fulgurante estrella llamada “hogar”. Mientras, los siglos se deslizan como lluvia triste por el escabroso laberinto que forman las escamas de la gran serpiente asfaltada, y las vidas de sus habitantes quedan inscritas en sus circunvoluciones intrincadas.
¡Oh, gran ofidio de cemento, que llevas a los incautos por tus senderos sinuosos, nunca dejándoles tiempo para que recapaciten sobre el sentido de su marcha! Creen ellos que encontrarán en tus horizontes que se limitan a unos pocos pasos la respuesta al completar el camino.
A medida que avanzamos, el mórbido misterio se entrelaza, y las prisiones y asilos, con sus celdas gangrenadas celando a los confinados, muéstranse en todo su esplendor.
Por el camino obsérvase la naturaleza de cada uno de estos garantes de fragilidad: algunos, embebidos en su retraimiento extático, meditan sobre su existencia; otros golpean sus cuerpos contra barrotes invisibles ansiando salir; los más inteligentes resuelven coser con hilos de conformismo sus mandíbulas y arrancar con los garfios devorados por el óxido que tienen por manos cualquier atisbo de horror que pueda penetrar en sus cuencas; empero, una clase muy extraña de ser abraza ese horror y enardece desmesuradamente su libido cuando rememora el amor que alguna vez pudo tener por la supurante superficie de la idiota carne riente.
¿Oyen eso? ¿Qué es ese ruido? Tranquilícense, nada más que el zalamero sonido de sus cabecitas inquietas queriendo funcionar. No lo conseguirán.
Mas sólo el final les aguarda, el fin más absoluto: La Puerta de los Huesos, una ciclópea construcción, un costillar esquelético, un espinazo derruido que guarda en sus entrañas todo misterio incognoscible y que habla sin que le preguntes, se abre custodiado por otra sierpe de más reducidas dimensiones con cuerpo invadido por la obscura coloración del musgo que invade y resquebraja puertas con su maleza, y su abigarrado cráneo de ser humano risueño nos habla, y tercia con un volteo alegre de su sombreo de copa:
¡Felicidades, éste es el fin del trayecto y de toda la atracción! ¡Esperamos que haya disfrutado y... no se admiten devoluciones!

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